Impulsar el comercio fue una aspiración de muchos mexicanos en el siglo XIX, ya que el comercio con el exterior tampoco era muy favorable. México era un país exportador de metales y productos del campo, y tenía que comprar a otras naciones casi todo lo que fuera productos manufacturados, incluyendo los textiles.
Para que los gobiernos liberales consiguieran ingresos que faltaban, procuraron cobrar impuestos altos por las importaciones.
Así, poco a poco se abrió más el comercio, muchos de ellos estaban en manos de extranjeros que se establecieron en diversas regiones del territorio nacional. A veces, además de acumular capitales y hacer negocios especulativos, los comerciantes invirtieron en otras actividades productivas como la industria textil.
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